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Campos de batalla tecnológicos y bazas geopolíticas

Es un mínusculo campo de batalla, más fino que una hoja de papel. Pero como elemento indispensable de la infraestructura que sostiene la inteligencia artificial, los chips semiconductores avanzados están en la primera línea de las rivalidades geopolíticas.

Los chips semiconductores son el corazón de los dispositivos eléctricos esenciales para la vida moderna: desde los ordenadores hasta los smartphones, pasando por los aerogeneradores, los vehículos eléctricos (algunos de los cuales contienen más de 3.000), las lavadoras y los equipos médicos. Un aspecto fundamental es que los chips de las unidades de procesamiento de gráficos (GPU) son necesarios para procesar los datos y cálculos que sostienen la IA.

La importancia de estos chips no ha pasado desapercibida para los inversores ni los políticos. En los dos últimos años la cotización de Nvidia, un diseñador y proveedor líder de GPU, ha subido más de un 400%. Al mismo tiempo, algunas grandes economías, como Estados Unidos, China, Japón, la India y la Unión Europea, han puesto en marcha planes ambiciosos para impulsar sus propias industrias de semiconductores, lo que incluye cuantiosas subvenciones.

Un mundo en proceso de fracturación, con una rivalidad enconada entre los bloques liderados por EE. UU. y China, está alterando la forma en que los países protegen sus intereses nacionales y actúan para asegurar sus industrias estratégicas

A día de hoy, la carrera por controlar estas tecnologías está intensificándose. Un mundo en proceso de fracturación, con una rivalidad enconada entre los bloques liderados por EE. UU. y China, está alterando la forma en que los países protegen sus intereses nacionales y actúan para asegurar sus industrias estratégicas. También está desencadenando una nueva oleada de inversión productiva, lo que modifica las oportunidades a disposición de los inversores.

Las guerras de los chips

En 2018 el entonces presidente, Donald Trump, impuso aranceles a las importaciones de China. A ello le siguieron restricciones a las ventas de tecnología estadounidense a empresas chinas a partir de 2019. En conjunto, estas medidas anunciaron el comienzo de las «guerras de los chips».

La mano dura contra China y el deseo de EE. UU. de seguir siendo la superpotencia líder mundial en tecnología suscitan un infrecuente consenso entre los dos partidos políticos estadounidenses. En lugar de desmontar las medidas de los republicanos cuando tomó posesión en 2021, el presidente demócrata, Joe Biden, las reforzó: impuso una prohibición a gran escala sobre las ventas de semiconductores avanzados a empresas chinas. Países Bajos, que alberga algunos de los equipos de fabricación de chips más avanzados, anunció sus propias restricciones en 20231.

China ha respondido reforzando el control de las exportaciones de dos metales utilizados en la producción de chips y desviando el crédito interno desde los inmuebles hacia sectores industriales. En algunas áreas ya se están recogiendo los frutos: en 2023 el país superó a Alemania y Japón como mayor exportador de coches del mundo2. En mayo de 2024 China creó el mayor fondo estatal para invertir en semiconductores de su historia, dotado con casi 50.000 millones de dólares.

El control de la fabricación de chips se ha convertido ahora en una prioridad geopolítica y el nexo de la producción actual es Taiwán

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Las fallas taiwanesas

El control de la fabricación de chips se ha convertido ahora en una prioridad geopolítica y el nexo de la producción actual es Taiwán. La isla, que tiene un gobierno autónomo y es reclamada por China, alberga alrededor del 65% de la producción mundial de semiconductores y el 90% de la producción de chips avanzados3. Los inversores temen que la escalada de las tensiones entre la China continental y Taiwán arrastre a EE. UU. La retórica política, como los comentarios de Donald Trump a mediados de julio de 2024 sobre el dominio de Taiwán en el sector, pueden provocar grandes oscilaciones en las existencias de semiconductores4.

La ubicación de la isla sobre una falla geológica es otro motivo de preocupación. Un terremoto en abril de 2024 provocó unas pérdidas de 92 millones de dólares en la mayor empresa del país, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), según los cálculos de la propia empresa.

Resulta irónico que ahora la marea esté cambiando en los semiconductores tras sostener éstos décadas de globalización. Los semiconductores están sometidos a las fuerzas contrapuestas que ejercen las superpotencias mundiales. Taiwán también quiere preservar su liderazgo en una industria tan importante a escala mundial. Las razones son el 15% del PIB que genera el sector y los incentivos que da a otros países para que cuiden los intereses de Taiwán.

La magnitud y velocidad a la que puede remodelarse la industria de los semiconductores es objeto de debate. En EE. UU., la Ley de CHIPS de 2022 ofrecía subvenciones a las empresas que ubicaran instalaciones de producción de semiconductores avanzados en suelo estadounidense. Arizona se ha publicitado como el «desierto de silicio» y el hogar de nuevas fábricas, también para TSMC.

Hasta ahora estas medidas apenas han alterado el dominio de Taiwán en el ámbito de los semiconductores. Las instalaciones de fabricación de chips avanzados cuestan miles de millones y se tarda años en construirlas. El abastecimiento o la formación de empleados cualificados plantean retos. Además, la fabricación es tan solo una parte del proceso de producción: el empaquetado y las pruebas de los chips son actividades esenciales pero con márgenes más bajos que siguen concentrándose en Asia, donde los costes laborales son menores.

La carrera por la supremacía tecnológica y la necesidad de luchar contra el cambio climático, gestionar los cambios demográficos y modernizar unas infraestructuras envejecidas también están elevando la inversión productiva en todo el mundo

Los semiconductores como microcosmos

Sin embargo, parece que con el tiempo surgirá una «cadena de valor» más fragmentada en los semiconductores. Ello llevará a más ineficiencias en un negocio donde la escala y la producción concentrada han sido históricamente una ventaja clave. La fragmentación de la industria de los semiconductores es solo una manifestación de un mundo que se desgaja en bloques enfrentados liderados por EE. UU. y China. La batalla por el control de industrias estratégicas y la reconfiguración de las cadenas de suministro y el comercio mundial tendrán consecuencias de gran calado en muchos sectores: desde la defensa a la tecnología, pasando por las energías verdes y los productos farmacéuticos. Esperamos que estas tendencias produzcan algunas duplicidades e ineficiencias que podrían tener impactos inflacionistas.

La carrera por la supremacía tecnológica y la necesidad de luchar contra el cambio climático, gestionar los cambios demográficos y modernizar unas infraestructuras envejecidas también están elevando la inversión productiva en todo el mundo. Los gobiernos asimismo son más proclives a aceptar déficits en las cuentas públicas para atender unas mayores necesidades de inversión. Entre el momento actual y 2027 se desatará una ola de inversión productiva extraordinaria de unos 130 billones de dólares, según las estimaciones de la consultora McKinsey5.

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Por ahora, estas tendencias están sosteniendo el crecimiento mundial y apuntalando la economía. Sin embargo, el aumento del gasto y las ineficiencias también se reflejan en nuestras expectativas de una inflación ligeramente más alta que antes de la pandemia en la próxima década.

Una inflación más alta implica la necesidad de unos tipos de interés más elevados, lo que, a su vez, modifica las oportunidades en las diferentes clases de activos. Hemos ajustado el marco de asignación estratégica de activos de nuestras carteras de inversión para dar cabida a este nuevo mundo con tipos de interés neutrales más altos y riesgos geopolíticos persistentes. Un «tipo libre de riesgo» más alto y unas rentabilidades previstas de la inversión más elevadas en la próxima década abogan por carteras más sencillas y más centradas en regiones y exposiciones básicas. Desde la perspectiva de la inversión táctica, los periodos de mayor riesgo geopolítico pueden favorecer a las inversiones refugio, como el dólar, el franco suizo o los bund alemanes.

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Por otra parte, tras décadas de digitalización, la IA basada en los chips de GPU está alcanzando un punto álgido. A medida que se integre en las industrias de servicios, la IA debería impulsar la mejora de los modelos de negocio, la eficiencia operativa y la diferenciación estratégica de las empresas líderes. Creemos que estas tendencias equivaldrán a la mecanización industrial de los dos siglos anteriores. Si la IA genera las ventajas que promete y desencadena una explosión de productividad, el control de las tecnologías líderes de semiconductores será sin duda una potente baza.

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