Sin embargo, hoy en día la naturaleza está en peligro. Nuestra sociedad extrae cada año de la Tierra unos 100.000 millones de toneladas en recursos naturales.7 Al mismo tiempo, producimos aproximadamente 70.000 millones de toneladas de residuos al año, más de la mitad de los cuales son en forma de emisiones y residuos contaminantes no localizados.8 Por ello, gran parte de esa extracción se destina a crear productos que solo añaden valor a corto plazo y permanecen inactivos durante la mayor parte de su vida útil.
En la actualidad, más de un tercio de los suelos del mundo están degradados debido a la erosión, la salinización, la compactación, la acidificación y la contaminación química9, según la FAO. En el caso de la agricultura, esto se combina con una disminución global del número de insectos polinizadores —causada por la pérdida de hábitats y el uso excesivo de pesticidas10— amenazando los rendimientos a largo plazo.
En conjunto, la expansión agrícola, la deforestación, el cambio climático y la contaminación agroquímica están poniendo en peligro de extinción de un millón de especies.11 Esta pérdida de biodiversidad socava ecosistemas enteros. Las selvas tropicales, por ejemplo, absorben carbono, nos proporcionan medicinas esenciales y dictan el régimen de lluvias mucho más allá de sus fronteras. Sin embargo, los bosques no pueden existir aislados: la multitud de insectos, aves y mamíferos que polinizan y esparcen las semillas son tan importantes como los propios árboles.
Ya hemos traspasado seis de los nueve límites planetarios12 identificados como sustento de la estabilidad medioambiental. A medida que sobrepasamos estos límites —como la acidificación de los océanos, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la deforestación—, estos límites interactúan, creando cascadas que se extienden por múltiples sistemas. Muchos de estos límites se encuentran ahora en el umbral de puntos de inflexión a largo plazo, potencialmente irrecuperables.
Debemos pasar de una economía extractiva a una economía regenerativa y positiva para la naturaleza. En lugar de agotar los recursos finitos de nuestro planeta, debemos aprovechar la capacidad de la misma para crear valor autosostenible.
Esta transformación ya está en marcha a través de cambios en el sistema. En materia de energía, nos encontramos en una transición hacia una energía renovable con cero emisiones de carbono, en lugar de la extracción y quema de combustibles fósiles. En cuanto al uso de materiales, recurriremos a alternativas regenerativas naturales para sustituir los materiales no biodegradables que utilizamos hoy en día. Y por último, en agricultura, avanzaremos hacia métodos agrícolas regenerativos mientras devolvemos la tierra a la naturaleza.
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